Miramos a nuestro alrededor y vimos a los "mayores", los de último año en primaria, los de sexto. También estaban los que empezaron por primera vez en párvulos. La mayoría lloraban hasta quedarse sin aire gritando: ¡mamá! Esos sí que no querían empezar. Y allí estaba la profesora intentando convencer a los niños de que lo iban a pasar muy bien, jugarían mucho, etc.
De pronto sonó el timbre, por lo que no pude ver el final de aquella novela, pero no me importó. Lo único en lo que me centraba era en mí. Yo estaba en otra fila y ya no tenía que hacer aquel "trenecito" agarrándome a la cintura del compañero de delante, cantando una canción ridícula que hasta hace poco nos divertía mucho.
Estábamos impacientes en la fila cuando de pronto llegó nuestra futura profesora, se presentó y nos dirigió hasta la que sería nuestra próxima clase. Nos sentamos en los pupitres y la profesora nos mandó presentarnos. Dijimos nuestros nombres y apellidos, hicimos algunas fichas, y entre unas cosas y otras, ya era hora del recreo. Jugamos felices y aquellos alumnos que venían con cara de pocos amigos, eran los que más reían. Nos esperaban unos días estupendos y de sonrisas, y sobre todo sabíamos que íbamos a aprender muchas cosas. Por eso, cada día, llegábamos con más entusiasmo a la fila... de primero de primaria.
Muy bien, Soñadora. Muy bien contado ese paso al cole de los mayores. Muy bien el contraste con los mayores mayores y con los pequeños que lloraban y no querían empezar. Muy bien ese desprecio (de mayor de primero de primaria) por aquel ridículo trenecito. Muy bien el optimismo y la alegria.
ResponderEliminarUn saludo, soñadora.
Me encanta relata exactamente lo que sientes ese dia.
ResponderEliminarEs muy bonita
Me gusta mucho!! Sobre todo el final, jaja
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